Centro ceremonial de «ÑAUPA IGLESIA»
Una de las cosas que más me fascina al contemplar los restos arqueológicos del Valle Sagrado es el dominio y conocimiento que los incas tenían en ingeniería (monumentos, caminos, conducción de aguas, andenería,…). Me gusta recorrer antiguos caminos incas y acceder a los vestigios de su cultura; en especial a aquellos lugares que, apartados de las rutas turísticas, se ven a veces envueltos en medio de una vegetación casi siempre inhóspita, pero que conservan todo su valor de lo que fue en su pasado.
En esta línea, el pasado 13 de noviembre (2011), realicé una corta excursión al ser informado de la existencia de un centro ceremonial entre las comunidades de Pachar y Pomatales.
Entusiasmado por dicha información, me puse en marcha a las 6 horas a.m. del día señalado. Subí a una combi en el terminal de Urubamba que me llevó hasta el puente de Pachar, situado después de una peligrosa curva conocida con el nombre del Señor de la Salvación (también conocida antiguamente como Curva del Diablo por los muchos accidentes acaecidos en este lugar). Pachar dista a 5 km de Ollantaytambo y a 17 de Urubamba.
Tras pasar el puente que cruza el Río Urubamba tomé el camino de la izquierda que conduce al centro del pueblo de Pachar. ¿Motivo? Quería tomar unas fotografías de ambas iglesias que se encuentran en la plaza del pueblo. Una de ellas, la más antigua y dedicada a la Inmaculada Concepción, ha sido restaurada entre los años 2009 a 2011 por el Ministerio de Cultura. He aquí una muestra del cambio efectuado.
El centro ceremonial a visitar es conocido como ÑAUPA IGLESIA CHOQELLA (el viejo templo donde brilla el oro). Se encuentra ubicado en el estrecho valle del río Huaracondo. Es una quebrada que presenta zonas dedicadas al cultivo y al hábitat, pero la mayor parte son espacios angostos compartidos entre el río, la vía férrea (Cuzco-Machu Picchu) y una carretera amplia y asfaltada entre los años 2015 al 2018 afectada por frecuentes derrumbes pues las laderas rocosas de los cerros contiguos tienen una pronunciada inclinación y carecen de vegetación.
Después de caminar durante 30 minutos y recorrer los 2`20 kilómetros que separan a Pachar del escenario arqueológico, aparecieron a mi vista una serie de andenes que, arrancando desde la orilla del río Huaracondo en su margen izquierda, ascendían hasta un refugio rocoso de grandes dimensiones y oculto al transeúnte desde el camino. No muestra la ostentación de otras construcciones incas y más bien insinúa la idea de un lugar reservado y destinado a poca gente.
De acuerdo a la tradicional bipartición de la sociedad y la jerarquía andina, también la andenería de este lugar queda dividida en dos secto-res, como en Ollantaytambo, mediante una escalinata de 180 peldaños construidos con piedras poco labradas y que asciende hasta la parte superior, desviándose hacia la derecha, para llegar a la entrada de la Waka (centro ceremonial) que es un abrigo rocoso de unos 35 m2
El recinto resulta ser una cavidad natural for-mada por dos gran-des rocas. de origen volcánico.
Está delimitada en uno de sus costados por un muro de piedra y barro bastante deteriorado. Este muro, como se puede apreciar en la fotografía, alberga ocho nichos distribuidos en dos niveles con cuatro cada uno.
Con su forma trapezoidal, estos nichos llevan el sello más característico y repe-titivo de la arquitectura Inca. Son de doble jamba y los del nivel superior rema-tan en forma escalonada, lo que nos indica el carácter sagrado del recinto.
Recordemos que los nichos tenían una doble finalidad: utilitarios o decorativos.
En la parte exterior del muro observamos otros cuatro nichos más. Simples y sin jambas.
Otro elemento importante del recinto es la gran piedra basáltica de color azulado y situada en el centro de la entrada. Observada desde fuera tiene un aspecto natural que pasa desapercibida; pero, vista desde el interior, es un altar donde se debieron realizar las ceremonias sagradas de pago a la tierra y culto a los astros. Punto donde se concentra la energía del lugar.
La piedra, muestra un trabajo muy elaborado en su cara interior a la gruta, en el que podemos observar un diseño simétrico. A parecen también unos volúmenes, uno a cada lado, sensiblemente mutila-dos y que están enmarcados por el símbolo de máximo valor en la concepción cosmológica andina: la chacana.
Esto me lleva a afirmar que dicha roca tuvo un carácter sagrado.
Esto me lleva a afirmar que dicha roca tuvo un carácter sagrado.
También podemos observar estas formas escalonadas en su parte inferior (suelo). Lamentablemente he de hacer notar la voladura con barrenos (tres) de sus laterales y parte superior de la roca. Hecho, supuestamente, por los cazadores de tesoros. Se comenta que fueron los trabajadores de la vía férrea próxima al lugar.
Si miramos hacia el interior de la cavidad, a mano derecha, encontramos otro trabajo impresionante tallado en piedra de 5.10 metros de longitud. En él, hallamos una gran ventana ciega de doble jamba cuyas medidas son: 1.50 cm. de altura en su interior, por 1.25 cm. de ancho.
Varias son las interpretaciones que se dan respecto al uso que se dio a este lugar, siendo la más extendida la de un centro energético y ceremonial donde se daba culto a la luna. Es por esto que se conoce también a este recinto con el nombre de Choquequilla.
Saliendo de la cavidad, a su lado izquierdo, existe una construcción de barro y piedras de reducidas dimensiones y en un estado bastante ruinoso. Su fachada mira hacia la cavidad rocosa y consta de dos ventanas con dos jambas cada una y la puerta del mismo estilo.
Uno de sus muros está parcialmente derruido; y otro interior parece que dividió el recinto de dos compartimentos.
A diferencia de los nichos trapezoidales que se hallan en el muro de la gruta, estos otros son rectangulares y carecen de la forma escalonada en su parte superior.
A diferencia de los nichos trapezoidales que se hallan en el muro de la gruta, estos otros son rectangulares y carecen de la forma escalonada en su parte superior.
Igualmente, los nichos que se hallan en el interior de este reducido recinto, siguen el modelo de las ventas: rectangulares y con dos jambas cada uno. La altura de este recinto debió ser, aproximadamente, de 2’80 m. y posiblemente fue la residencia del sacerdote o sacerdotisa que oficiaba los rituales en honor de los astros.
Este lugar, medio disimulado entre la naturaleza, y envuelto por la sonoridad de las aguas del río Huaracondo, hacen de él un recinto de paz. Marco ideal, hacia el cual acuden con frecuencia personas en solitario, o en grupo, para reencontrarse consigo mismo, o bien para cumplir con el viejo rito del pago a la “Pacha Mama”.
Otros restos arqueológicos contiguos y reducidos a un cúmulo de piedras depositadas en la ladera de la montaña, parecen indicar que hubo otras edificaciones en ese mismo lugar.
Y si te animas a seguir caminando unos --–kilómetros más, llegarás a Pomatales. Allí encontrarás, detrás de la escuelita, la "Piedra Nusta Banana" de la que te hablaré otro día. Hoy tan solo te muestro su fotografía.