Hoy, 29 de abril salimos de excursión los tres Hnos.
que animamos el centro educativo de Urubamba: Javier, Herbert y el que escribe este relato (José Luis). Nuestro objetivo fue visitar el Centro Arqueológico de Tipón.
Bueno, los que vivimos en el Valle Sagrado de los Incas
estamos acostumbrados a ver restos arqueológicos de la época incaica,
aunque no lleguemos a valorar
suficientemente esta riqueza cultural que hemos heredado.
¡Ah!, por cierto; ingresé gratis en el recinto acreditando
ser residente en Cuzco y por ser ese día domingo (los domingos es gratis para
los residentes en el departamento del Cuzco presentando la debida acreditación.
Si no, son 10 soles).
Este Parque Arqueológico se encuentra a 23 Km. del Cuzco y a
una altitud de 3. 400 m.s.n.m. El desvío se inicia en el Km. 18 para dar acceso
primero al pueblo que lleva su nombre (Tipón) a través de una pista cimentada durante medio Kilómetro.
Luego, nos quedan unos cinco kilómetros de ascenso por una buena pista forestal hasta el citado
centro arqueológico; estos terrenos que pertenecen a la comunidad de Choquepata, el distrito de Oropesa, provincia de
Quispicanchi y departamento del Cuzco.
Dentro de este complejo arqueológico podemos distinguir
los siguientes sectores: la andenería para la agricultura, los centros
ceremoniales, los depósitos de alimentos o colcas, el sector urbano y las
tumbas funerarias. Fue en 1970 cuando se iniciaron los trabajos de
restauración, en especial de la andenería. Junto a estos trabajos hemos de
mencionar las numerosas visitas de huaqueros
que a lo largo de los años han profanado y vaciado las tumbas del
entorno con la única finalidad de ir en busca de tesoros.
En todos los
complejos arqueológi-cos incas podemos
contemplar aún hoy, junto a la
arquitectura, sus obras hidráulicas para la conducción y distribución del agua. Todavía se siguen utilizando muchos de estos conductos para el riego o abastecimiento de agua a las poblaciones.
Merecen una mención especial las fuentes, muy bien
restauradas y que sin duda sirvieron para realizar en ellas ritos o ceremonias
religiosas. Prueba de ello son las
hornacinas que hay a ambos lados de la
fuente y que nos hacen presumir su importante papel en los rituales
litúrgicos. Recordemos el alto
valor y cuidado con que los incas
trataban a este elemento de la madre naturaleza. Así pues, el agua
recibía ofrendas de los sacerdotes imperiales, y sus ceremonias se realizaban de acuerdo con las fases lunares.