En
ocasiones, a las personas que mantienen una visión positiva de la vida (y no
descarto los momentos de dolor vividos),
les llena de gozo el reencuentro con familiares y amigos, así como
visitar los escenarios que evocan tantos momentos felices de su pasado.
En
el fondo, cada uno de esos escenarios, personas, encuentros, imágenes,… son los eslabones que han ido alargando esa
cadena de nuestra visión positiva, aunque hayamos perdido alguno de ellos por
el camino.
Esta ruta del reencuentro, la mía,
la inicié a finales de diciembre dejando atrás, temporalmente, un lugar
maravilloso llamado Urubamba. Fue necesario dar este paso para asirme a uno de
los primeros y más importantes eslabones de la mencionada cadena: La familia.
El escenario, un pueblecito de la Bureva denominado por los romanos
“Biruvesca”, y que guarda en sus viejas casonas los blasones nobiliarios de un
glorioso pasado.
Allí,
junto a mi familia, recibí al Nuevo Año 2014 con alegría y renovadas ilusiones
para el futuro. No faltaron mis oraciones
dirigidas al buen Padre del cielo en ese
primer día del año, en la iglesia dedicada a San Martín que preside la
plaza mayor del municipio.
Siguiendo
el plan de ruta de mis recuerdos, bueno era visitar otro escenario evocador:
Burgos. Ciudad que ha sabido adaptarse a la modernidad conservando con orgullo
su pasado histórico. Emblema de ese pasado es su esbelta catedral gótica que uno no puede dejar de contemplarla cada
vez que se ve acogido por la ciudad.
Un
nuevo encuentro de ilusiones para
pequeños y mayores se hizo presente la
víspera de Reyes. Cabalgata de fantasía, luz y regalos pasaba ante la atenta
mirada de los niños que fijaban sus ojos en aquellos mágicos personajes esperando
recibir un regalo, un gesto, una mirada o tan solo una sonrisa.
Me
vienen a la memoria los niños de otros lares donde nada de esto existe. Sólo la
figura de un viejecito barrigudo, vestido con traje rojo y larga barba blanca
(le llaman Papá Noel), Cuyos atuendos
poco dicen con San Nicolás de
Bari al que le han llegado a secuestrar su identidad y su generosidad con los
más pobres. Pero, ¡por favor!, que no se pierda la magia de los Reyes de
Oriente y que los mayores sepamos descubrir el mensaje que a través de ellos el
evangelista nos quiso transmitir.
Fue
imposible unirme a la caravana de los Magos hacia sus tierras de origen. Otros
derroteros eran los que marcaba mi hoja de ruta. Fue un ocho de enero cuando
llegué a una gran urbe: Barcelona. Me
acogió durante unos días y en ella pude constatar y vivir el sentido profundo
de la fraternidad entre los Hermanos de La Salle (mi segunda familia).
Allí,
en Barcelona, inicié este escrito sobre la “ruta del recuerdo”, favorecido sin
duda por la fraternal acogida y la paz vivida durante esos días. Allí también
he pude reencontrarme con antiguas amistades; entrevistarme con los
responsables de PROIDE y dar un fuerte abrazo a Pepe (el “Cóndor”) de parte de
tantos amigos que le recuerdan al otro lado del Océano. El Hno. Carles Giol me facilitó el encuentro
con quienes han aportado su valía en
Urubamba (Arnau, Guim i Xavi y otros que posiblemente lo harán en próximas
fechas).
Recorriendo
las calles de la antigua Barcino se
avivaron los recuerdos acumulados durante los trece años vividos en ella. Me
fue irresistible recorrer las Ramblas y el Paseo Colón; visitar la Sagrada
Familia, el Park Güell y adentrarme por las estrechas calles del barrio gótico
para luego aterrizar en la Barceloneta, lugar céntrico de esos trece años.
No
pudiendo parar la máquina del tiempo, me
vi, en un abrir y cerrar de ojos, en Figueres; última Comunidad antes de partir
hacia estas tierras lejanas en el 2010. Y, ¿cómo plasmar en estas líneas
la esmerada acogida recibida esos días
en tierras ampurdanesas? Desde lo más profundo me brota una corta palabra:
¡GRACIAS!
Pasado
ya el ecuador de esta cadena de recuerdos, me adentré en aquellos nueve años en
que asumí la dirección del colegio a Salle Torreforta. Un periodo que
para mí fue todo un reto por las dificultades a las que tuvimos que hacer
frente; siempre acompañado por el buen hacer y entrega de quienes formábamos la
gran familia de La Salle Torreforta.
Pero mayor dificultad que en las obras y la economía, fue gestionar ciertas
situaciones de conflicto; éstas van unidas al cargo de responsabilidad y tomes
la decisión que tomes, no siempre llueve a gusto de todos.
Las
charlas expuestas a Hermanos, jóvenes y
medios de comunicación (en Barcelona, Figures y Torreforta) me han permitido transmitir cómo el espíritu
de La Salle sigue vivo, no sólo en
Urubamba, sino en tantas obras y corazones que hacen posibles los pequeños
milagros del Reino. Una sonrisa en el
momento de mi llegada, el saludo afectuoso y las numerosas atenciones
recibidas, son los pilares humanos que me han hecho percibir esa cálida
acogida, haciéndome sentir como en la familia.